Poesías

Os dejo unas poesías de varios de los mejores escritores.

UN PASEO POR LAS ESTACIONES

El invierno llega ya
con un frío infernal.
Cerca de la lumbre dejamos de tiritar,
los animales en la madriguera están
y los árboles de blanco se vestirán.

Caballeroso el invierno
que deja paso a la coqueta primavera.
En ella se oye el canto de los ruiseñores,
las flores se visten de colores
y los animales son buenos recolectadores.

En verano hace mucho calor
con un sol abrasador.
En la piscina es donde mejor se está,
con colchonetas y pelotas la diversión asegurada está
y el día no acabará sin un buen helado que tomar.

En el otoño alocado
las hojas salen volando.
Las nubes vienen llorando,
¡Rápido! sacad vuestras bufandas con brío
que viene una ola de frío.
Raquel Muñoz

XX

Hoy como ayer, mañana como hoy
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar... andar.

Moviéndose a compás como una estúpida
máquina el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.

El alma, que ambiciona un paraíso,

buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.

Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar,
gota de agua monótona que cae
y cae sin cesar.

Así van deslizándose los días
uno de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer... y todos ellos
sin gozo ni dolor.

¡Ay! ¡a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir!
¡Amargo es el dolor pero siquiera
padecer es vivir!
Gustavo Adolfo Bécquer


VI

Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh! si las flores duermen,
¡qué dulcísimo sueño!

Gustavo Adolfo Bécquer


AMOR

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado, y tenerte

en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa --limpio de todo mal--.

¡Cómo sabría amarte, mujer cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más.
Pablo Neruda


GACELA DE LA TERRIBLE PRESENCIA

Yo quiero que el agua se quede sin cauce.
Yo quiero que el viento se quede sin valles.

Quiero que la noche se quede sin ojos 
y mi corazón sin la flor del oro; 

que los bueyes hablen con las grandes hojas 
y que la lombriz se muera de sombra;

que brillen los dientes de la calavera 

y los amarillos inunden la seda.

Puedo ver el duelo de la noche herida 
luchando enroscada con el mediodía.

Resisto un ocaso de verde veneno 
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.

Pero no ilumines tu limpio desnudo 
como un negro cactus abierto en los juncos.

Déjame en un ansia de oscuros planetas, 
pero no me enseñes tu cintura fresca. 
Federico García Lorca

A UNA NARIZ

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba, 
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egipto;
las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Francisco de Quevedo


A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo.
algunas hojas nuevas le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el caminojy la ribera.
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas,
Antes que te derribe, olmo del Duero.
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campaña.
lanza de carro o yugo de carreta:
antes que rojo en el hogar, mañana.
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino.
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado